|
El Plan Puebla Panamá: previsibles consecuencias
* Investigador del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales de la Universidad Veracruzana, México. E-mail: fgarcia@uv.mx
Preámbulo El Plan Puebla Panamá (PPP), es una iniciativa gubernamental del actual gobierno mexicano que mantiene al parecer novedosos. Al lanzarse la iniciativa del mencionado plan de inmediato en la prensa surgieron comentarios indicando que el PPP era una propuesta de desarrollo con carácter transnacional lanzada unilateralmente desde México y sin el debido acuerdo de los países involucrados. La histórica política exterior mexicana cambiaba su signo de ser respetuosa de la libre determinación de los pueblos, pasaba a otra claramente ingerencista. México había ganado durante el último medio siglo el prestigio del hermano mayor latinoamericano, por todas la repetidas muestras de solidaridad con distintos pueblos y naciones no sólo de la región. Dicho respeto empezaba a cuestionarse en distintos foros por la evidente liga de los tres últimos sexenios presidenciales de Miguel de la Madrid a Ernesto Zedillo, pasando por Carlos Salinas- con los intereses norteamericanos que facilitaron la implementación del neoliberalismo en y con ello su cada vez mayor subordinación a los intereses geopolíticos norteamericanos en le área. Pero ese rasgo no fue el que llamaba la atención internamente. La insistencia en el PPP condujo a que los grupos empresariales explícitamente expresaran su interés por los recursos naturales, culturales y humanos de una región importante desde muchos aspectos. A la par la iniciativa se mostraba como un contenedor de los flujos migratorios con destino a los Estados Unidos, pero también como medio de intervención en las comunidades indígenas vinculadas al movimiento de liberación nacional zapatista. Comunidades con un proyecto propio y en nada parecido a las nociones de desarrollo capitalista impulsado por las elites gobernantes norteñas (1). Ante la polémica desatada por el PPP también se sostuvo -sobre todo en diversos círculos gubernamentales- que los peligros destacados por alarmistas voces eran infundados porque la iniciativa era una propuesta que habría de someterse a discusión entre los pueblos y las naciones de la región. Esa forma tan nuestra de desviar la atención de los verdaderos intereses es emblemática cuando se trata de encubrir los escándalos gubernamentales. No obstante, las negociaciones continuaron con reuniones en diversos lugares de la región y a diferentes niveles, asegurando que sería un oportunidad para los pueblos del área recibir los beneficios de la globalización mediante el mejoramiento de las vías de comunicación y construyendo infraestructuras básicas. La promoción y construcción de carreteras para comunicar al sureste mexicano con el resto de América central era y ha sido la cara más visible del PPP. A la par se fomenta la creación de centros de difusión de la iniciativa mediante la preparación de recursos humanos asimiladores. En apariencia las justificaciones son razonables si nos situamos en esa óptica del desarrollo, pero si nos preguntamos qué pasará con los millones de personas que habitan el área y sus patrimonios socioculturales, la iniciativa ya no se muestra tan benéfica como han pretendido hacernos creer sus diseñadores y promotores. La reservas de valiosos recursos naturales y el acentuado interés de los inversionistas en pos de una renta garante de elevadas tasa de plusvalía tornan más sospechosos los objetivos del afamado PPP.
Una propuesta de desarrollo regional lesiva Para tener más claras de las consecuencias del PPP en la región, se efectuará una breve exposición de sus contenidos, con la finalidad de destacar sus consecuencias. Con ello se destaca que la propuesta no tiene nada ingenua y que una vez más las nociones del desarrollo del norte del país no obedecen a los intereses de los pobladores del sureste a pesar de que del sureste salen los principales recursos energéticos en los cuales se sostiene el desarrollo depredador del norte. El presente artículo está dedicado a mostrar la manera en que las élites gubernamentales deciden el futuro de sus pueblos sin consultarlos y sin medir las consecuencias en sus patrimonios culturales, naturales, territoriales. Una revisión detallada de la política económica actual y del Plan Puebla Panamá (PPP) (2), nos dejará invadidos por muchas siglas, palabras agrupadas sin sentido y una perspectiva del futuro norteada encausada hacia los intereses norteamericanos-. Los mismos viejos conceptos: inversiones necesarias, creación de empleos, justicia social, oportunidades a la iniciativa privada, mayor seguridad para las inversiones, apertura a las relaciones comerciales, etc. En tal listado no encontramos a los beneficiarios directos de tanto esfuerzo y sacrificio se sigue hablando de sectores de la población, ramas productivas y se desdibujan sujetos históricos. Sabemos que el diseño y aplicación de los proyectos se realiza de manera reducida y reservada, para después asegurar que tales acuerdos han sido debidamente consensados (3). Una vez diseñados se sigue un procedimiento bien conocido: Se les presenta en cuanto foro es posible -preferentemente ante homólogos-, se realiza la llamada "consulta popular" -que de consulta y popular no poseen ni la sombra-, después se legisla en consecuencia. Finalmente se impone a las masas y quien resista o desobedezca es considerado fuera de la ley (4). Las particularidades -que no peculiaridades- de los planes gubernamentales han consumido tiempo precioso para desentrañar la trama de sus propuestas. Las complejidades políticas del momento en el que se confeccionan se suman a las derivadas de las políticas económicas en marcha y éstas a las intenciones discursivas de los gobernantes en turno, de donde provienen y se extraen objetivos y metas a lograr en sus administraciones: el conocido estilo de gobernar. Por eso no me propongo aquí destejer las entrañas de la política económica del actual régimen ni el sentido del PPP (5), porque otros colegas ya lo han hecho de buena manera y no tiene sentido repetirlo aquí, me refiero a los trabajos de Andrés Barreda, Armando Bartra, Alejandro Álvarez. Me propongo en cambio insistir en los aspectos todavía destinados a nutrir nuestra ingenuidad y el beneplácito de quienes al margen de las mayorías y de manera antidemocrática, diseñan e imponen estrategias de desarrollo sin considerar las posibles afectaciones de los patrimonios culturales de los pueblos.
El cuaderno pautado de la actual dependencia Las sintonías y contrapuntos de la política económica neoliberal en la versión foxista (6) y el PPP (7), se expresan de varias maneras. Sus coincidencias aparecen al nivel de: política energética, vías de comunicación, orientación del gasto público, política laboral, explotación de los recursos naturales y su papel internacional de mediador de los intereses imperialistas norteamericanos en Centroamérica y el Caribe (8). Veamos como despliega su sentido cada una de ellas considerando las promesas incumplidas de la modernidad a la luz de una lectura de los procesos sociohistóricos apreciados generacionalmente. El Plan Nacional de Desarrollo (PND) 2002-2006 del Presidente Vicente Fox entre sus principales objetivos pretende: promover un crecimiento económico sostenido y sustentable, que combata los rezagos sociales y que se traduzca en un mayor nivel de vida para todos los mexicanos, es decir crecimiento que redunde en mayor desarrollo (9). El anterior objetivo responde a un diagnóstico de la situación en la que millones de mexicanos viven aún sin acceso a los satisfactores básicos que les permitan alcanzar un mejor nivel de vida y de desarrollo personal. Las propias condiciones de pobreza en que viven estos grupos y la falta de oportunidades truncan sus posibilidades de desarrollo, ya que los excluye de la dinámica productiva de la economía, lo que a su vez determina un bajo ingreso y, nuevamente, un acceso limitado a satisfactores (10). Estas dos perlas de la retórica economicista nacional revelan más de lo que quisieran ocultar. El objetivo y diagnóstico no exhiben nada novedoso. El crecimiento económico promovido por los países occidentales después de la Segunda Guerra Mundial, especialmente por Estados Unidos y Gran Bretaña, se materializó en el Plan Marshall y creación del Fondo Monetario Internacional (11). Esto sucedió al filo de los años cincuenta. En México desde entonces se habla de crecimiento y desarrollo entre los círculos gubernamentales y se repite sin cesar en las aulas universitarias, pero lo que nunca se ha transparentado es la finalidad y sentido de tal desarrollo: de quién y para qué. Al final de los años sesenta y principios de los setentas, en México y toda América Latina se identificó a todas esas corrientes y propuestas como desarrollistas, mostrando que tales políticas no sólo no propendían a resolver los problemas de las grandes mayorías, sino que tendían a agravarlos, acentuando la miseria y dependencia extranjera. En esa época muchos latinoamericanos creían que los países, las naciones y la Patria eran caro tesoro. Que los Estados Nacionales y sus gobiernos procurarían ante todo el bienestar a sus pueblos. Que las Constituciones Políticas inspiraban a los gobernantes y ponían freno a las ambiciones inmorales de los empresarios nacionales y extranjeros. Que los Estados y sus gobiernos velarían por la paz mundial, la libre determinación de los pueblos y el respeto entre las naciones. Pero la carrera armamentista, la Guerra Fría, el fascismo en América Latina, la recuperación económica europea, la disolución del bloque socialista, la persecución comunista, la imposición de la globalización neoliberal, pusieron fin a todo el andamiaje construido en los países atrasados durante décadas de sacrificio. Los subdesarrollados protestaron en cuanto foro se les permitió hacerlo. Los más arrojados iniciaron movimientos de libración nacional y quienes tuvieron tiempo lo concretaron, a pesar de posteriores retrocesos. Tales sucesos llamaron la atención de diversos activistas, intelectuales y políticos. Identificaron con suficiente claridad el sentido de dichas iniciativas incluso las originales propuestas teóricas de Raúl Prebish, en la Comisión Económica Para América Latina (CEPAL), ampliadas por el Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social (ILPES). Las críticas a los modelos de desarrollo surgieron por todos lados. No obstante, dos de ellas adquirieron especial relevancia en toda la región latinoamericana. La teoría explicativa del atraso, del sueco Gunnar Myrdal, identificada como el círculo vicioso de la pobreza y la del francés Francois Perroux de los polos de crecimiento. Ésta última reproducida hasta la saciedad en los planes de desarrollo nacionales (12) impulsados por los apéndices de la Organización de Naciones Unidas en la región la CEPAL e ILPES. La primera de ellas sugería sintéticamente que los países pobres eran pobres porque eran pobres. Por lo tanto eran incapaces de romper el círculo de la pobreza en que vivían. Esa es justamente una de las conclusiones del PND del gobierno de Vicente Fox. Recuérdese antes referíamos: "Las propias condiciones de pobreza en que viven estos grupos y la falta de oportunidades truncan sus posibilidades de desarrollo..." a lo que le agregan: " Por tratarse de un fenómeno convergente, en donde las causas y los efectos se encuentran interrelacionados..." (13) La mayoría de las teorías del desarrollo se anclaron en derivaciones del pensamiento keynesiano que pretendía estimular el crecimiento económico incentivando la demanda. Esa parte de la ecuación tenía su contraparte en la consiga de crecer para después repartir mediante la política fiscal. El crecimiento generalmente se basó en las empresas estratégicas de los países, en la explotación de recursos no renovables como petróleo, gas, cobre, hierro, oro, plata, etc., o en la producción de alimentos. Las exportaciones constituyeron siempre la manera de financiar el desarrollo, por eso se habló de crecimiento hacia fuera, de sustitución de importaciones y del desarrollo compartido para caracterizar épocas enteras de la organización social de la región. La inauguración de las crisis de posguerra por Estados Unidos en los años setenta y el conflicto petrolero endurecieron al imperialismo norteamericano. La persecución y asedio de los movimientos de liberación nacional enfrentaron dos proyectos el capitalista y el socialista-, dos vías del desarrollo que tuvieron sus expresiones regionales y enormes costos sociales. La nueva imposición y estilo de desarrollo contenía en su seno las recomendaciones de ajuste neoliberal impulsado por el FMI y el BM, centralizando el control de los mecanismos de la acumulación en el área. Al gravitar nuestro país económica y políticamente en la atmósfera económica norteamericana, las correas de mando pasaron en tan sólo dos décadas a la paulatina centralización. Durante las décadas octava y noventa se firmaron acuerdos comerciales para permitir la entrada de mercancías sin trabas y de paso liquidar organizaciones económicas como el Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio, -GATT por sus siglas en inglés sustituida en la práctica más tarde por la Organización Mundial de Comercio (OMC)-, que se habían politizado ante los ojos de los gobernantes estadounidenses. Se controló la política monetaria mediante el sometimiento de los bancos centrales, para regular los niveles inflacionarios, los índices cambiarios y la circulación monetaria. Se promovió la desregulación y el adelgazamiento estatal mediante la venta de empresas nacionales estratégicas acusadas de prácticas monopólicas, corrupción y baja productividad. Las bolsas de valores se pusieron en sintonía con la de Nueva York, para reducir la especulación que escapaba del control norteamericano. Se redujo la presencia de las organizaciones sindicales de los trabajadores, especialmente las menos insumisas, para asegurar prácticas empresariales fuera de la ley federal del trabajo e imponer la llamada "nueva cultura sindical" practicada extensamente en las empresas maquiladoras (14). La flexibilización productiva y modernización laboral afectaron profundamente las relaciones laborales y organización de los trabajadores. Estos han sido giros estratégicos fundamentales dados a la política económica en México de Salinas a Fox, precedidos del interludio modernizante de Miguel de la Madrid. A semejante modelo se le hicieron algunos agregados no menos agresivos. Se le adicionó una política de intervenciones norteamericanas para modernizar los cuerpos militares y policíacos. Las justificaciones no faltaron. Se dijo que el azote de los pueblos era el narcoterrorismo, que la violencia, los secuestros y necesidad de "seguridad" exigían policías y ejércitos profesionales, mejor entrenados y armados que los delincuentes. Para ello era indispensable legislar adecuadamente, aplicar la ley y efectuar reformas fiscales apropiadas para fomentar el ahorro interno, promover la iniciativa privada y asegurar el flujo de las inversiones extranjeras, o dicho de otra manera, para garantizar las inversiones era necesario poseer tranquilidad y seguridad. Profunda contradicción de un régimen que justamente mantiene jugosos negocios con la promoción de la violencia en todas sus formas. Estas recomendaciones se encuentran en la política económica del actual régimen y en el PPP. Las autorías intelectuales de ambas son extranjeras, su promoción, gestión política e imposición son nacionales, ahora foxistas. Claro está que no son nuevas, la única novedad es el "apuro": prisa que tampoco es nuestra, es de los norteamericanos. Ellos necesitan posesionarse físicamente del área elegida para la operación del mencionado Plan, expulsando a los antiguos propietarios porque los mecanismos de control económico están casi por completo afinados, listos y en sus manos. Por eso han facilitado el endeudamiento, centralizado las correas de transmisión del plusvalor y dolarizado la economía. Toda compraventa de mercancías y servicios en México se calcula en dólares norteamericanos y por si fuera poco, los ahorros de la población están en manos de bancos privados principalmente norteamericanos y los que no lo son, les deben casi la vida. Aspecto de no poca importancia, porque si bien ahora agiliza el sistema de pagos, también puede ser usado como en Argentina: para regular el uso de los ingresos de la población, hasta incautarlos prácticamente (15). La manera como se promueve la aceptación de tales iniciativas es haciéndonos creer que tienen buenos propósitos. Por ejemplo: "atender de manera integral las necesidades básicas de toda la población y, en especial, de los grupos marginados." "...el desarrollo no puede ni debe evaluarse como un conjunto de estadísticas sobre el nivel de ingreso de la población, sino de una colección multidimensional de indicadores de bienestar, que revelen no sólo la calidad de vida sino también el acceso a oportunidades para progresar..." (16) Con semejante discurso podría creerse ingenuamente que efectivamente sus intenciones son buenas, pero los actos muestran mucho más que sus palabras. Todos los informes elaborados generalmente bajo tal perspectiva son profusamente ilustrados con gráficos y tablas estadísticas.
Señales de la experiencia La manera en que el gobierno actual pretende asegurar el desarrollo autosostenido es construyendo una serie de carreteras en el sureste mexicano, conectándolas con los países centroamericanos (17). Las finalidades son múltiples: crear empleos, facilitar el transporte de la producción regional hacia mercados más rentables -por supuesto internacionales-, aprovechar las ventajas comparativas naturales (18), fomentar economías de escala, crear distritos de riego e integrar una región subdesarrollada (19) mediante una red de interconexiones (20). La idea de construir carreteras tiene un fin práctico para los negocios pero no genera desarrollo. Desde los años del plan Marshall se usaba para tener acceso a los espacios que el capitalismo real necesita para su reproducción. En este caso no sólo interesa el acceso a las fuentes tradicionales de energéticos, sino posesionarse de la biodiversidad regional y explotar la fuerza de trabajo existente. Las carreteras tienen la virtud de atenuar las caídas de los ciclos económicos, crear empleos eventuales sin compromisos laborales, incentivar la demanda, las ganancias de los empresarios, aumentar supuestamente la captación fiscal y de paso movilizar activos de las empresas, como son la maquinaria y equipo para construcción. Dicha iniciativa es en realidad una especie de hacer hoyos y volverlos a tapar. Las carreteras crecen, se alargan y ensanchan, afectando irremediablemente a los sistemas ecológicos, los drenajes naturales, mantos acuíferos, contaminando con emisiones de gases y ruido. Además las carreteras no son el medio más barato de transporte, cuando se pretende interconectar una región transnacional rodeada de mar. La receta posee un lastre difícil de tirar. Los constructores de todos los tamaños han creído fielmente el discurso y han empezado a comprar maquinaria de desecho en Estados Unidos, creyendo que existirá suficiente dinero para hacerse de las concesiones respectivas. He aquí uno de los pequeños detalles que son el capital cultural más importante del empresariado mexicano y centroamericano: el rentismo (21). Siempre han procedido con la misma estrategia: adquieren concesiones mediante sus relaciones personales, para después venderlas al mejor postor. De esas experiencias está plagada la historia económica nacional, desde que se promovió la modernización económica mexicana. El régimen capitalista tiende a la concentración de la riqueza y el poder. En poco tiempo las concesiones que adquieren son absorbidas por las empresas grandes, transnacionales con ramificaciones en industrias diversas, incluyendo fábricas de cemento, hierro, acero, hasta del transporte, con fuertes relaciones con los círculos financieros. El empresariado básicamente rentista es poco innovador y tiene sus espacios de reproducción dentro del sistema: se encarga del trabajo sucio en semejante madeja. Adquirir por ejemplo, porciones de tierra necesarias, proveer de materiales de construcción fácilmente adquirible y ofrecer la transportación de los mismos durante el tiempo que dure la etapa de construcción del proyecto. Las fases subsecuentes están reservadas para los grandes, como la adquisición de las carreteras privatizadas, el cobro de cuotas, el mantenimiento de los servicios, etcétera. El trabajo político reservado a los gobernantes nacionales es sacar a los propietarios de las tierras de sus lugares originales, mediante presiones, chantajes o expropiación (22). Asegurar que los recursos naturales circulen mercantilmente para apropiarse de ellos quienes puedan adquirirlos. Uno de los medios más empleados es dejar de invertir en las empresas estatales que derraman cierta actividad económica en las regiones, dejarlas morir sin mantenimiento, saqueándolas sin reinvertir parte de las ganancias y por supuesto restringiendo las innovaciones tecnológicas para comprar toda la tecnología de las empresas transnacionales que la crean. En suma garantizar la dependencia extranjera de cuanto sea posible, con la excusa de que es mejor adquirir tecnología y alimentos producidos eficientemente que esforzarnos en hacerlo nosotros. Lo cual alude otro aspecto fundamental de la plataforma económica del régimen: la localización de la actividad productiva. Para el grupo en el poder las decisiones de localización están determinadas por la maximización de las ganancias, las que as vez dependen de los costos directos de la producción. Los costos dependen del precio de la mano de obra, los energéticos, las materias primas, el transporte y el tamaño del mercado. El transporte por su parte, está influido por la posición de la localidad en el sistema de transporte: Tremenda redundancia. Las ganancias de los empresarios -que son el objeto real de la sustentabilidad y el soporte del sistema- son las determinantes de la localización y no por supuesto el factor humano aludido en sus discursos. Eso torna temerarias las propuestas oficiales y las hace increíbles. Si ese no es el objetivo real, cual es entonces nos preguntamos. ¿Resolver los problemas de los empresarios mexicanos y sus pares norteamericanos o al revés? La balanza se inclina hacia los norteamericanos que no encuentran la manera de resolver sus incapacidades de acumulación caseramente. Las evidencias son muchas. La apertura de los países socialistas puso en evidencia que el capitalismo no da para todos: Que la brecha entre los ricos y pobres ha aumentado. Que la extracción de la riqueza de las naciones está mediada por la explotación salvaje de la fuerza de trabajo. Que los mecanismos del mercado son inexistentes. Que las guerras son el negocio de negocios en los países centrales. Que la intervención estatal y legislaciones apropiadas garantizan la extracción del valor en todas sus formas. Que la iniciativa privada está privada de iniciativa, es minusválida. Que la organización del la Unión Europea y el desplazamiento del polo de acumulación mundial hacia el Oriente en torno a Japón, plantearon un reto a los gobiernos y empresarios estadounidenses sin precedentes, hasta tornarlos desesperados por recuperar por lo menos el papel de gendarme mundial. Por eso la estrategia de dominación norteamericana tiene dos pilares. Sus gobernantes de Reagan a Bush hijo -por lo menos- han difundido domésticamente la persistente idea de que los problemas les vienen del exterior. Eso incluye las migraciones -que necesitan como mano de obra barata- el narcotráfico y la competencia desleal provocada por el lavado de dinero que también les beneficia. Externamente se aseguran un mercado de compradores a los que consideran su área natural de influencia. Intimidan a sus oponentes y persiguen a los rebeldes insumisos. Internamente, sus empresas revelan fraudes incontables y sus agencias de inteligencia se destacan por su permanente ingerencia en la vida de las naciones (23). En ese contexto México, Centroamérica y el Caribe, son el centro de su atención primordial. Región dotada de amplios recursos naturales indispensables para su estilo de desarrollo cifrado en ciclo del etano. Mano de obra abundante y barata, agua y una biodiversidad envidiable. El Golfo de México pasa a ser en ese contexto pieza clave en su tablero de dominación. Una especie de gran lago interior que abarataría la transportación de su producción con destino a Oriente. Por eso en las proyecciones del PPP (24) apenas se habla de la importancia estratégica del transporte marítimo. El asedio a Cuba se explica por ser el único escollo capaz de oponerse a los intereses estadounidenses en el área. Mientras ese pequeño país exige trato igualitario a los gobiernos estadounidenses, el resto se subordina obedientemente creyendo ingenuamente que por esa vía más fácilmente llegarán a la modernización y por ende a la solución de los problemas no resueltos, como sucede con el trato dado a los migrantes mexicanos en Estados Unidos (25). Eso es lo que explica también porque la política económica nacional y su expresión en el PPP, en realidad son más de lo mismo, pero peor. Si examinamos la experiencia gubernamental de Porfirio Díaz de finales del sigo XIX habremos de encontrar multitud de semejanzas con el modelo neoliberal. Las relaciones con el exterior acentuaron la dependencia, limitaron la innovación tecnológica, propiciaron balanzas comerciales deficitarias, la sistemática fuga de la riqueza nacional, la concentración de la propiedad de la tierra, implantación de férreos sistemas de represión de los trabajadores. Se reprodujeron formas de vida europeas -disfrazando incluso a los militares a la usanza de esa época- se enriqueció a unos cuantos y sumió en la miseria e indigencia a la mayor parte de la población, por ser un proyecto excluyente, en provecho del capital extranjero y minorías empresariales. Las empresas extranjeras dispusieron de todo lo que tenían a su alcance, la evasión fiscal, concesiones dispendiosas, los sabotajes y guerras de precios se convirtieron en la forma normal de hacer negocios (26). El endeudamiento externo fue la solución elegida para hacer frente a los gastos del gobierno. Sobreponernos a los saldos negativos dejados por ese experimento requirió de enormes sacrificios de la población que hubo de enfrentar después de la Revolución mexicana de 1910. La coyuntura histórica ofrecida por la Segunda Guerra Mundial hizo posible la nacionalización de la industria petrolera y todo un intento de organizar un Estado capaz de atender los problemas de las mayorías. Varias cosas se descuidaron. La privatización por ejemplo de los servicios al consumidor, que garantizaban la realización del producto. PEMEX explora, extrae, refina y transporta el petróleo pero la venta directa la concesiona a empresarios privados (27). La producción de la petroquímica secundaria fue puesta a disposición de los empresarios privados en lugar de organizar toda la gama de la producción industrial con ella relacionada. Esas economías de escala las perdía la empresa pública en provecho de las privadas. Ahora se promueve su privatización y de plano se le desmantela en la práctica. La flota de buques-tanque ha sido vendida en su mayoría, el espectro de la petroquímica secundaria se ha ampliado o digámoslo mejor, se ha reducido la presencia de PEMEX al mínimo y se pretende dejarle tan sólo con el trabajo de la perforación y extracción de crudo, tareas que menos valor agregan en todo el proceso de producción industrial. El resto es previsto como beneficio para la iniciativa privada. La misma cosa se pretende hacer con la Comisión Federal de Electricidad (CFE). La parte más complicada de desentrañar de la política económica y del PPP en este momento, son las iniciativas en marcha. No son las plasmadas en los discursos gubernamentales, si no todas aquellas que se han iniciado de manera silenciosa. Esas que están remapeando la geografía nacional y de toda las zonas de interés norteamericanas en México y Centroamérica. El desplazamiento de las maquiladoras, el uso intensivo del agua en cultivos para la exportación que socavan la autosuficiencia alimenticia. La introducción de cultivos genéticamente modificados y la apropiación del patrimonio cultural de nuestros pueblos, etc. De eso debemos dar cuenta sumándonos en proyectos alternativos que contribuyan a ofrecer conocimientos detallados de todo cuanto el actual gobierno está haciendo al favorecer un estilo de desarrollo insostenible, que daña irreversiblemente sitios arqueológicos, nichos ecológicos y formas de vida. Esto se ha llevado a cabo con la cómplice colaboración de arqueólogos, biólogos, planificadores, administradores, educadores, abogados y de todos aquellos empleados del gobierno que no cuestionan el sentido de su quehacer concreto. Nuestra preocupación debería estar puesta en lo que vendrá incluso borrado el discurso neoliberal de le escena (28). Fox como sus antecesores es incapaz de escuchar. Con la cantidad de manifestaciones que ha habido en contra de sus propuestas cualquier gobernante sensato, moderno y democrático, como se ostenta, habría corregido el rumbo. Pero sólo se obedecen las orientaciones que vienen del norte. Las voces de otra procedencia le tienen sin cuidado, las protestas, críticas y resistencias son consideradas como el costo social que se debe pagar por imponer su proyecto, plasmado en sus planes y ejecutado por oficiosos secretarios de Estado, interesados empresarios y partidos políticos del cambio, con capacidad para incendiar al país entero.
Conclusiones Diversos científicos sociales son empleados para justificar las decisiones tomadas y las que no se quieren tomar. También se ocupan de atenuar los errores de gobernantes y empresarios. Por eso se dijo que en el siglo XX en Occidente pasábamos de la era de los caballeros, arbitristas y militares a la de los economistas,(29) para aludir a la hegemónica presencia de dichos profesionales en la vida de las naciones. Con razón o sin ella, la verdad es que efectivamente sufrimos sus dictados. Sin embargo, sus elaboraciones teórico-políticas puestas al servicio del sistema, se pueden destejer con relativa facilidad. Basta con saber la procedencia de sus lucubraciones teóricas para identificar el sentido de sus propuestas, para quién trabajan y qué es lo que en realidad encubren. En los casos de la política económica nacional y el PPP, justamente lo que no se busca es el desarrollo, ni la integración de los pueblos de una región tan sistemáticamente golpeada, ni mucho menos preservar su vida comunitaria. Lo que se pretende es hacer negocios con los norteamericanos preferentemente. O digámoslo de otra manera, se desean recibir las migajas del empresariado norteamericano aprovechando su necesidad de vender productos en los países asiáticos. Para lo cual hay que dar muestras de que tal cosa es posible. ¿Cómo? Asegurando que el resto de países vecinos se plieguen al hermano mayor latinoamericano. Haciendo caso omiso de todas las luchas históricas de los pueblos, de la construcción política de las naciones, remapeando la geografía de Puebla a Panamá. Cobrando peajes por transportar mercancías por su territorio, privatizando toda la biodiversidad posible y permitiendo que los trabajadores sean pagados al menor precio posible, explotados hasta el agotamiento, consumiendo baratijas, subdesarrollándolos aun más. Por ningún lugar se aprecia otra cosa que no sea la subordinación a los intereses norteamericanos. Incluso en aspectos de seguridad nacional. La agresiva política de la Secretaría de Relaciones Exteriores en el ámbito internacional revela giros que están teniendo consecuencias en el grado de sometimiento de nuestro país a los intereses norteamericanos. La puesta en venta del país se trabaja a marchas forzadas, eso debemos de pararlo. La historia de las naciones nunca la ha escrito una sola nación y quienes vivimos este tiempo, tenemos la obligación de oponernos a los prepotentes dictados de una potencia económico-militar como la estadounidense, a renunciar al aplastamiento y buscar por todos los medios a nuestro alcance aquellas alternativas que signifiquen proyectos de vida y desarrollo de nuestras potencialidades. Deberíamos solicitar mundialmente el desarme sistemático de todas aquellas potencias militares que amenazantes nos vigilan. Con las reflexiones anteriormente vertidas nos acercamos a esas partes que son causa y principio de la apatía y el conformismo: ¿cómo enfrentar semejante complejidad? Para esa pregunta incómoda que parece lanzarnos al vacío, a los lugares trillados de siempre, seguramente tenemos respuestas, certeras o ingenuas, pero respuestas al fin. Dos ejemplos ilustrativos: se piensa que sin el mercado es imposible la organización de la sociedad y que el socialismo no ha hecho otra cosa que depredar el medio ambiente y empobrecer a pueblos enteros. Son argumentos que traban la inmovilidad, la desesperación en la que se cifra nuestra ingenuidad e inmovilismo, o si se prefiere, la movilidad que no hace más que acentuar nuestros problemas al posponer su solución. Existe una sugerente propuesta que deberíamos poner a prueba reflexionando en cada caso sobre sus adaptaciones:
Las maneras específicas que asuma cada una de las organizaciones capaces de dar cuenta de las formas de subordinación y control del capital, habrán de revelar también nuestras potencialidades desde los lugares mismos en que pensamos el mundo, lo asumimos y resolvemos.
Notas 1. Otra de las aristas
problemáticas del PPP -que no vamos a describir aquí- es el estilo de desarrollo del
norte frente al del sur-sureste mexicanos. Si bien el primero es mostrado por el
empresariado y gobernantes mexicanos, como un modelo económico exitoso y el sur-sureste
como todo lo contrario. Cada vez que la oportunidad se presenta se alude la necesidad de
modernizar a éste último. Cuanto y cómo financia el sureste el desarrollo de los
negocios del norte, cifrado en el ciclo del etano es algo que está por evaluarse,
pensando en la fuentes energéticas y las formas subsidiarias que disponen los negocios
privados del norte.
Bibliografía ÁLVAREZ Alejandro, Andrés
BARREDA y Armando BARTRA: Economía política del Plan Puebla Panamá. México,
Itaca, 2002.
|
Theomai: palabra de origen griego que
significa ver, mirar, contemplar, observar, pasar revista, comprender, conocer
|